Prometí que lo publicaría y no lo hice. Es verdad. Tenía mis motivos. Nunca nada está seguro en la red, ni siquiera un relato mierder como puede ser un simple fanfic hecho por una servidora pues siempre están ahí los del copy/paste haciendo de las suyas. Con los dibujos tres cuartos de lo mismo.
Pero, tras ver a SAeNcSA publicando todo feliz su relato ganador de la 2ª Edición del Concurso de Relatos de ZonaDelta me he animado a dar el paso y publicar el mío también, por si alguien tenía las ganas de leerlo. Y es que fue el pasado verano cuando se realizó el concurso, escribiendo yo una entrada aquí sobre el mismo pero sin llegar a animarme a publicarlo.
Para los que no lo sepáis este relato también ganó otro concurso del difunto foro de Tierras de Nosgoth. Se trata de un fanfic de Legacy of Kain, concretamente del Soul Reaver y, en ambos casos, el escrito no podía sobrepasar las 2.000 palabras de longitud.
Actualmente me dieron ganas de escribir una especie de cuentos cortos ambientados en el universo de LoK pero no sé si los publicaré por aquí también. Ya veremos. Pero este sí.
Espero que lo disfrutéis. Por cierto, el dibujo de la cabecera del relato es mío también, hecho a propósito para esta entrada.
TRAIDOR DE SANGRE
Mientras
corro para salvar mi vida y la de mi amada, pienso que no me arrepiento de nada.
Me permito el mirarla un momento, en nuestra carrera precipitada entre los
árboles iluminados por la luz de la luna llena; su larga melena rizada ondula
tras su espalda por efecto del movimiento. Por su color pareciera que éste
estuviera en llamas y ella corriera para huir de su destrucción. Pero ni por
asomo, sólo forma parte de su increíble belleza y la miro fascinado. Sus ojos
dorados se clavan en mí un momento y su intenso brillo me insta a seguir
adelante…
¿Cómo un Zephohim como yo ha llegado a esta
situación, en la que incluso sus propios hermanos desean su muerte?
Por
ella… todo por ella, aunque ya he dicho que volvería a hacerlo mil veces si
fuera necesario. En mis trescientos años de existencia como tal no he dudado
jamás de mi clan, ni de mi Padre ni de mi Imperio... pero todo eso se desmoronó
cuando me enamoré de ella; ahora sólo soy un cómplice, un proscrito, un paria y
nada queda allí que pueda hacerme volver. Huimos para evitar la cólera de
nuestros hermanos, huimos para comenzar de nuevo, juntos.
Aún
recuerdo cómo la conocí, cuando tan sólo era una mera res. Recuerdo los gritos,
los lloros y los golpes, cómo la sacaron de la granja en volandas,
literalmente, junto con otras reses seleccionadas por el supervisor de la
granja; los humanos más fuertes, sanos y capaces eran llevados ante el Padre
Zephon, quien elegía en última instancia a cuales acogería en su seno, mientras
que los descartados formarían parte del festín posterior a su nacimiento. Yo la
vi y me llamó poderosamente la atención, pero nunca pensé que con tanta
intensidad, aunque sí que llegué a desear que recibiera la bendición de Padre… y
así fue.
Me
llamo Casius y mi cometido era entrenar a los novatos, aunque realmente poco
tenía que hacer. Su aprendizaje tenía lugar en los límites del territorio,
donde seguían el rastro de rebeldes humanos que a veces realizaban asaltos a
grupos reducidos de los nuestros para matarlos. ¿Por qué los Padres no hacían
nada por exterminarlos? Hubiera sido sencillo para nosotros, pero estaban
ocupados en sus asuntos de gobierno y dejaban esas tareas tediosas a las castas
bajas; un mero entretenimiento para que los más jóvenes descargaran sus rabias
e instintos, para mantenerlos contentos, entretenidos y en forma. Por otra
parte, cuando los humanos atacaban no causaban grandes daños en nuestras filas,
sólo conseguían matar a los más débiles. ¡Selección natural!
Pero
en esa ocasión esa joven de melena de fuego venía en el grupo; su hermoso
rostro estaba contraído por la ansiedad y el hambre, acentuando su
vulnerabilidad. Sin embargo, yo no permitiría que la matasen, sentía la
necesidad de protegerla más que a cualquier otro.
Exterminamos
a un pequeño grupo de rebeldes que se encontraba, al parecer, de exploración.
Perdí a un novato insensato, pero ella estaba sana y salva aunque había estado en
peligro hasta mi intervención. Por ello, mientras se alimentaba, me miraba
fijamente, gruñendo.
Y
esa misma noche, cuando habíamos regresado ya a la seguridad de nuestro territorio,
se acercó a mí.
-
¿Por qué lo hiciste? – me preguntó, frunciendo el ceño. Parecía ofendida.
- Es
mi deber – repuse – Soy Mentor, debo enseñaros y protegeros en la medida de lo
posible… cada Zephohim cuida del resto.
-
Debiste dejar a ese humano que atravesara mi corazón con esa espada – contestó,
ignorando a propósito mi respuesta.
-
¿Por qué? – le pregunté. Debí mirarla con intensidad porque su ceño se relajó y
se alejó dos pasos, caminando hacia atrás.
-
Porque… - balbuceó. Desvió su mirada y pareció dudar. Finalmente, echó a
correr.
Me
quedé estupefacto y molesto; supe que estaba contrariada pero tampoco entendía
su actitud, aunque conforme pasaba el tiempo pude observarla mejor.
Me
fui dando cuenta de que la deseaba realmente, a pesar de no saber su nombre, y
me encontré vigilando sus movimientos, cada vez que veía su melena pelirroja
ondular en algún lugar. Pero era un tanto extraña; la sorprendía mirando con
desprecio a su alrededor, arrugando la nariz como si todo apestara a podrido,
alejándose de la relación con otros hermanos o luciendo una expresión de
profundo sufrimiento. También la pillé mirando hacia los vallados que separaban
el terreno de las granjas humanas con aire ausente… y a mí; tanto desde la
distancia como cuando íbamos en el grupo podía sentir sus ojos clavados en mi
nuca, pero sus miradas no transmitían nada de odio, más bien lo contrario. Hasta
que al fin, una noche, se sentó a mi lado. Recuerdo cada palabra como si
hubiera sido ayer.
-
Gracias – dijo.
Parpadeé
sorprendido, pues no sabía a qué venía eso. Como vio mi expresión de confusión,
se apresuró a añadir:
-
Gracias por salvarme, aquella vez… me llamo Calia.
-
¡Ah! – exclamé tontamente, al recordar - No es necesario; eres del clan, una
hermana, y unos ayudamos a otros.
Entones
sonrió. Le sentó increíblemente bien. Se acercó más a mí y me susurró al oído.
- Sí
es necesario, porque sé que me protegiste de manera especial, puedo sentirlo…
sentir lo que te inspiro…
Paró
un momento, como si esperase que la fuera a contestar, pero no fue así, más que
nada porque no supe qué decirle… me sentía avergonzado.
-
Sabes a qué me refiero – continuó – Te he observado y he visto cómo me miras.
Todas las veces que hemos salido de caza y he ido contigo, has actuado hacia mí
con máxima benevolencia… y yo…
Paró
de nuevo, pero esta vez tembló. Me eché un poco hacia atrás para poder mirarla
y vi que clavaba sus ojos en el suelo; sujeté su rostro entre mis manos y ella
me miró, con timidez. Entonces, no pensé más y la besé; no sólo me correspondió
si no que se abrazó a mí y luego, interrumpiendo el beso, apoyó su cabeza en mi
hombro.
- Yo
también siento lo mismo…
La
abracé con fuerza.
- Es
cierto – le dije, rindiéndome al fin – Te amo con todo mi ser y sería capaz de
hacer cualquier cosa por ti, Calia…
Besé
su pelo y suspiré. A pesar de que los vampiros no expresamos el amor como lo
haría el ganado (al menos, lo que he visto y tengo entendido) sí somos capaces
de enamorarnos.
A partir de entonces fuimos inseparables y ella comenzó a
integrarse más con sus hermanos, los Zephohim, tal y como yo estaba. Aún era
joven y no era inusual que algunos tardaran más en adaptarse a su nueva vida,
una vida superior, de dioses, como el Padre nos decía… y como el Maestro les
había dicho y demostrado a su vez. Nunca jamás vi al Maestro en persona y
estaba seguro que lo que se oía de él no era ni la mitad de lo que debía ser;
el Dios Supremo, el Gran Padre.
Sin
embargo, cuando todo marchaba bien ocurrió… Una noche de caza, en la que Calia
y yo íbamos con tres neonatos, localizamos alimento cerca de unas cuevas.
Costó, pero matamos a los humanos, aunque casi matan a un neonato; más bien,
costó esa vida, pero fue Calia quien atravesó su corazón con una flecha de uno
de los caídos, matándole. Yo me quedé petrificado por lo que acababa de ver.
Cuando el segundo neonato la enfrentó ella también le mató con su gracia
felina. En cuanto al tercero, me miró sorprendido y me imploró ayuda. Entonces
Calia me miró y negó con la cabeza.
-
Mátalo.
El
novato me miró, incrédulo. Titubeé un momento, pero cuando ella lo repitió me
abalancé sobre él… pero no conseguí detenerle y, aun así, escapó.
Iba
a perseguirle, pero entonces ella me detuvo.
-
¡Déjale! Tampoco servirá de nada, lo acabarán sabiendo, pues Ella lo vería en
los cuerpos y empezaría la caza.
-
¿Por qué has…?
-
Casius – me dijo, sujetando mi rostro entre sus manos ensangrentadas – La noche
en la que me besaste por primera vez dijiste que me amabas, que harías
cualquier cosa por mí… vayámonos, juntos. No quiero volver. Ellos me mataron,
me convirtieron en lo que soy y les odio… pero no a ti, a ti te amo. Si me quieres,
vendrás conmigo.
-
¿Me pides que traicione a mi clan y al Imperio por ti? – pregunté, incrédulo.
Ahora comprendía que la humanidad no la había abandonado, que latía en ella con
ganas de venganza. Sentí asco, pero al mirar ese rostro lleno de sufrimiento se
me rompió el corazón, por lo que la abracé con fuerza y le dije – Está bien…
por ti, lo daría todo.
Por
eso estoy aquí, huyendo de mis hermanos, pues fue un error dejar escapar al
neonato. No tardaron en venir a buscarnos, pero yo les mataría a ellos antes si
se atrevían tan sólo a tocarla. No tardaron mucho en localizarnos: dos Zephohim
veteranos y el novato (sin duda, se lo encontraron cuando iba de camino de
vuelta al clan) pisándonos los talones. Al final tuvimos que luchar. Calia peleó
con una fiereza de locura, pero yo no me decidía a dar un golpe mortal a pesar
de saber que, si nos atrapaban, sería nuestro fin. Sobre todo Calia, al tener
manchadas las garras de sangre del clan. No me ayudaba el dolor que sentía en
mi pecho por los remordimientos, el ver sus caras crispadas de odio, donde
podía leerse claramente la palabra “traidor” con todas sus letras.
Los
dos veteranos, a pesar de haber perdido sangre, consiguieron inmovilizarme y
herirme atrozmente. Busqué a Calia con la mirada, deseando su auxilio, pero vi su rostro mirándome con la misma extraña
expresión que lució cuando había asesinado al otro novato… y mi corazón se
rompió en pedazos cuando me dedicó una
mueca de desprecio y desaparecía en la espesura, abandonándome a mi suerte.
Aullé por el dolor de mi alma, pues entonces lo vi todo claro; nunca me amó
¿cómo iba a hacerlo si odiaba en lo que se había convertido? Me utilizó como un
títere y yo mordí el anzuelo. Yo la quería, si hubiera sido al revés no hubiera dudado y los
hubiera asesinado, a mis hermanos, manchando mi honor.
Éstos
no querían matarme de inmediato, si no llevarme ante el Padre para que él
decidiese mi suerte, pero yo sabía cuál sería y el miedo se apoderó de mí. ¡No
deseaba morir! ¡A pesar del dolor de mi corazón al saberme usado y manipulado por
una belleza que nunca me amó, deseaba vivir! ¡Amaba mi clan, amaba a mi
Imperio! ¡Suplicaría el perdón del Padre Zephon, por muy inútil que me
pareciese! ¡Padre, protégeme!
Pero
cuando regresamos un buen rato después (les costó mucho arrastrarme de vuelta
al hogar), cambié de parecer al hundirme en mi dolor, pues en la zona donde se
anunciaban los actos oficiales, un lugar muy transitado, colgaba inerte el
cadáver de Calia, a quien finalmente habían dado caza y ajusticiado. Su cuerpo
atado a un poste, atravesado su corazón por varias saetas no tenía cabeza, pues
ésta se hallaba clavada en una pica justo al lado; sus ojos abiertos mirando al
frente, en una expresión horrible, y sus preciosos rizos se mecían por el
viento. ¡A pesar del mal que me hizo en el fondo no la deseaba semejante final!
A pesar de todo, la seguía queriendo.
Y,
muy pronto, me reuniría con ella de nuevo…
Ya
no imploraré al Padre Zephon ni alzaré plegarias mudas hacia el Gran Maestro,
no me molestaré en defenderme. Tan sólo quiero abrazar la muerte que, sin duda,
me será concedida en el Lago de los Muertos, destino de traidores y débiles
como yo.
Un
buen final para que este dolor deje de atormentarme.
Apuff!!. El final me encantó XD
ResponderEliminarSinceramente, me lo veía venir, no sé porqué jajaja.
Jeje gracias. Sí, era obvio que esta mujer no acabaría bien.
EliminarUn saludito.
Leerme tu relato era una tarea que tenía pendiente. La leche!! Qué bueno es!!. Normal que ganarás! Me han dado de desempolvar mi viejo Soul Reaver y todo xD
ResponderEliminarMe alegra que te guste :D La verdad que yo no pensaba que fuera a ganar porque el nivel del concurso era muy similar, pero en verdad me alegró mucho.
EliminarHaces bien en rejugarlo, siempre está bien recordar viejos tiempos ^^
Sí, incluso algún fallo que, tras pensarlo, he encontrado. Pero eso se debía a que sólo tenía 2000 palabras como máximo, ajustando todo lo posible quedó esto xD
ResponderEliminarUn saludito
¡Fantástico relato! Me encanta cómo envuelves de misterio a los progenitores y al maestro (sin necesidad de que aparezcan en la historia) y con qué naturalidad habla Casius de las cacerías como algo natural, sin ningún tipo de reparo moral. Quizá algún día te animes a escribir una segunda parte ;)
ResponderEliminar:D Me alegro! Es justo lo que quería conseguir. Estaba pensando reescribirlo con más detalles, que 2.000 palabras de máx. no dan para mucho, pero será un cuento corto con otros tantos sobre Nosgoth y habitantes ^^
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