2 de agosto de 2011

Visiones Campestres: El Nido de Verdecillos Parte IV

Penúltima entrada sobre el nido de los verdecillos:
29/07/2011
Al llegar, nos encontramos con lo siguiente:



Krower pensaba que esta vez sí que era la madre, pero poco después el animalito se voló (defecando en el aire) y se posó en un árbol cercano; por su forma de aterrizar y balancearse, nos dimos cuenta de que se trataba de uno de los jovenzuelos.

A los pocos segundos, según iba a acercarse Krower, un segundo verdecillo salía del nido, revoloteando a un árbol cercano pero distinto al primero.
Justo después, esto era lo que encontrábamos, un nido vacío:


Krower pudo, no obstante, robarle el posado al primer hermano:



Pero ¿y los padres?¿ Y el tercer hermano? Lo único que pudimos hacer fue sentar, observar y esperar. Pudimos ver que un tercer verdecillo al cual no habíamos visto se reunía con el primero en salir del nido para, a continuación, reunirse con el segundo pollo. Dedujimos que eran los tres hermanos que habían decidido reunirse, como método para repeler su inquietud.

Con todo, Krower insistía en que oía un piar y decidió acercarse. Al poco me lo veo mirando al suelo, en el bordillo de la acera y agachándose persiguiendo a algo que se le escapaba de las manos. Vino con algo en las manos; por un momento pensé que era el tercer pollito, pero me pareció demasiada casualidad así que pensé que se trataba de una lagartija o una salamanquesa. Pero no, era el tercer pollo, el más pequeño. Estaba justo arrimado al bordillo, de allí que no lo viéramos en un principio y, al intentar huir de Krower, se había quedado pillado en la rueda de un coche, lo que le permitió a éste cogerle.

El pobre presentaba este aspecto:





Apreciando mucho menos desarrollo que sus hermanos mayores, el pobrecito daba penilla, pero al poco de sentarse Krower a mi lado intentó huir volando, si bien no levantó mucha altura ni cubrió gran distancia, por lo que pudimos cogerle de nuevo. Le quitamos una chinita que tenía en un ojito (en el derecho) y, después de tenerle ambos y mirarle bien, le devolvimos al nido.

Nos volvimos al banco a esperar para, al poco rato, ser recompensados por uno de los padres que entraba al nido y le daba de comer al pequeño (se notaba por sus llamadas) lo que era una buena señal, pues los padres parecían querer sacarle adelante a pesar de las diferencias con sus adelantados hermanos.

Cuando nos fuimos a ir, nos pasamos por el nido y echamos otra foto, haciendo que al acercanos el pequeño se metiera más en el nido. Fuimos a un recado y al volver, pasamos por delante de nuevo para comprobar si aun permanecía en el nido, siendo así.

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